Héctor Pérez-Rincón
Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz. México.
El mundo del sueño […] la dolorosa síntesis de la supervivencia y de la nada, en la profundidad orgánica y vuelta translúcida de las vísceras misteriosamente iluminadas […] desde que, para recorrer ahí las arterias de la ciudad subterránea nos hemos embarcado en las ondas negras de nuestra propia sangre como sobre un leteo interior […]
Sodome et Gomorrhe, Marcel Proust.
Este fragmento es una de las descripciones más poéticas del sueño que se encuentra en toda la literatura. Es también el ejemplo de uno de los temas que interesaron más a Marcel Proust. Mirelle Naturel lo señaló con claridad: «Del durmiente despertado al escritor-modelo que desaparece, los momentos clave de La Recherche están marcados por el sello del sueño y de los sueños» (Naturel, 2004), en tanto que Luc Fraisse analizó la manera en la cual «el relato onírico nutre en primer lugar el proyecto antirrealista que sostiene la estética del Proust novelista» (Fraisse, 2004).
Hace 74 años un crítico, mexicano por su padre, con un destino trágico, había escrito lo siguiente:
[…] Proust quiso […] que su obra naciera toda ella de esta especie de alienación en la que se encuentra el hombre entre el sueño y la vigilia, entre los sueños y la adaptación de la conciencia al mundo objetivo […]. La vida normal es, pues, para Proust otro sueño, y el simbolismo estético de su obra se anuncia así desde las primeras páginas. El despertar fisiológico sólo lo conduce a otro sueño: el sueño implicado en un estado de vigilia en el que las sensaciones ocultan su mensaje, en donde los sentimientos se suceden caóticamente sin alcanzar nunca su unidad […]. Pero este segundo despertar, este despertar milagroso que provoca la pequeña madalena o los adoquines disparejos del patio de los Guermantes, le asegurará finalmente esta vigilia el alma que le permitirá abarcar todos los instantes de su duración dentro de una percepción inteligible (Fernández, 1944).
La larga cita que he hecho de Ramón Fernández subraya el papel, a la vez poético y fisiológico de la empresa de Proust, y anuncia el interés que esta última corriente suscita en nuestros días. Anuncia también la creación de una ciencia moderna del sueño a partir de 1953 con el descubrimiento, por Aserinsky y Kleitman, del «sueño de movimientos oculares rápidos» signo fisiológico de la actividad onírica, descubrimiento que los fisiólogos habrían podido hacer 20 años antes si hubieran leído la descripción del sueño de Albertine en La Prisonnière.
Ahora bien, se puede descubrir un antecedente, no descrito hasta ahora, del interés en la función hípnica y en la actividad onírica que se encuentra en las páginas de En busca del Tiempo perdido. Una generación antes del relato del Narrador, en 1867, un curioso personaje que pudo muy bien pertenecer al universo proustiano, Marie Jean Léon Le Coq, Barón d’Hervey, Marqués de Saint-Denys, aristócrata y sabio que seguramente había encontrado al joven Conde de Quercy en el Jockey Club, profesor de chino y de tártaro-manchú en el Collège de France, miembro de la Académie des Inscriptions et Belles Lettres que llegó a presidir, había realizado en su libro Los sueños y los medios para dirigirlos, la descripción de sus experiencias nocturnas que llamó los sueños lúcidos.
Sólo hay una mención del marqués en las páginas de La Recherche, la cual se encuentra en un diálogo del Duque de Guermantes con su hermano, el Barón de Charlus, en Sodome et Gomorrhe:
Todavía veo el viejo jarrón que te trajo Hervey de Saint-Denys. Tú nos amenazabas con ir a pasar definitivamente tu vida en China, tan fascinado estabas por ese país […].
Pero se trata aquí del Hervey sinólogo ‒¡un sinólogo que, por lo demás, nunca había estado en China!‒, en tanto que la otra vertiente del personaje, el onirólogo, que ha hecho su celebridad entre los neurofisiólogos contemporáneos se encuentra ahí ausente. Les Rêves et les Moyens de les diriger. Observations pratiques se publicó de manera anónima, en 1867, con el editor Amyot (D’Hervey de Saint-Denys, 1995). En ocasión de su estancia de algunos meses en París, en 1884, Freud, que había escuchado hablar de él, no pudo obtener el volumen, lo que es tan lamentable como el no haber leído completa La Recherche.
La figura de Léon D’Hervey de Saint-Denys ha resurgido en nuestros días gracias al interés de los neurofisiólogos del sueño y a la reedición de su libro en 1995 en las Éditions Oniros, acompañada de un segundo volumen con algunos ensayos biográficos. John Allan Hobson, el especialista norteamericano del sueño, lo calificó como «el más grande de los auto observadores de la historia de la investigación sobre el sueño y los sueños» (Hobson, 1988), en tanto que el volumen biográfico publicado por Oniros descubre que el Marqués había dedicado un ejemplar: «Al Conde Robert de Montesquieu. Homenaje del autor Anónimo» (Schwartz, 1995). Tenían, pues, el sabio y el novelista, un amigo en común. ¿Fue el futuro modelo para el personaje de Charlus quien dio a leer a Marcel esta obra? ¿O fue el ejemplar que debería encontrarse sin duda en la biblioteca del doctor Adrien Proust el que consultó el novelista? De cualquier manera, debió tratarse de una lectura indispensable para el escritor que era un lector atento de Hyppolite Taine, de Alfred Maury (Dechanet-Platz, 2012) y de los alumnos de Charcot que pertenecen a la segunda Escuela de la Salpêtrière (Bizub, 2006; Pérez-Rincón, 2008).
La hipótesis de una influencia de Hervey de Saint-Denys sobre la obra proustiana aparece desde el momento en el que el lector de éste consulta las páginas del Marqués onirólogo cuyo estilo no deja de recordar por momentos el del novelista (Pérez-Rincón, 2006).
Señalaremos aquí algunos de los ejemplos que se pueden citar sobre la intertextualidad que sostiene la hipótesis propuesta. En primer lugar, mencionemos el topoi de la linterna mágica como explicación metafórica del mecanismo de las imágenes simultáneas producidas por la imaginación o que sobrevienen en el soñar y en los estados situados en la sutil frontera entre el sueño y la vigilia, en la que la conciencia es engañada por la confusión entre dos realidades:
D’Hervey:
Una nueva comparación obtenida de los efectos de la linterna mágica será, creo yo, muy apropiada para definirla. […] Dos ideas, con sus imágenes, podrán también presentarse a veces, por así decirlo, de frente, llamadas al mismo tiempo por el encadenamiento de los recuerdos. Sería entonces como si se pasaran dos diapositivas vítreas al mismo tiempo frente al objetivo de la linterna. Combinación casi idéntica; identidad de resultados [1; D’Hervey, p.p. 26-27]. […] y, durante algunos instantes, mientras duermo todavía, examino muy atentamente una infinidad de detalles grandes y pequeños: bóvedas ojivales, piedras esculpidas, estructuras de fierro medio carcomidas, fisuras y alteraciones de la muralla, admirando con qué minuciosa precisión se pinta todo esto frente a los ojos de mi mente. Muy pronto, sin embargo, y en tanto que considero la cerradura gigantesca de una vieja puerta derruida, los objetos pierden de golpe su color y la nitidez de su contorno, como las figuras del diorama cuando se aleja la fuente lumínica. Siento que me despierto. Abro los ojos al mundo real, la claridad de mi lámpara de buró es la única que me ilumina. Son las tres de la mañana [Ibid. p.p. 150-151].
Este relato nos conduce al célebre episodio de la linterna mágica situado casi al principio del primer volumen de La Recherche donde se encuentran los
[…] arquitectos y maestros vidrieros de la edad gótica […] sobrenaturales apariciones multicolores en las que estaban pintadas leyendas como en un vitral vacilante y momentáneo (Du côté de chez Swann).
En el siguiente párrafo «la imagen-recuerdo» toma cuerpo en el sueño del Marqués por intermedio de una descripción botánica:
Ahora, esta visión de un racimo de lilas, intacto, oblongo, adherido al arbusto, y tal como lo percibo finalmente, ¿es una visión estereotipada, la invariable reproducción de una imagen-recuerdo, grabada en las fibras de mi cerebro, como dirían los materialistas? En este caso, mi imaginación y mi voluntad serían impotentes para modificarla. Haciendo estas reflexiones, rompí la rama y deshice el racimo de lilas, no sin notar, tras cada parcela que yo arrancaba, cómo los aspectos sucesivos de este buqué, cada vez más reducido, eran siempre netos y verdaderamente conformes con lo que hubiesen sido si yo hubiera actuado así en realidad. Cuando no quedaba más que un pequeño buqué de lilas, me pregunté todavía si terminaría mi obra de destrucción ilusoria, o si me mantendría en esta última modificación de la imagen primera. Me atrevo a afirmar que esto dependía de la libre determinación que yo habría tomado. En ese momento me desperté [1; p. 153].
Encontramos el eco de esta descripción en el fragmento de la escena de los espinos blancos:
Después regresé frente a los espinos blancos como frente a estas obras de arte de las que se cree que uno podría mejor verlas cuando ha dejado un momento de contemplarlas, pero aunque me puse una pantalla con mis manos para no tener más que ellos frente a los ojos, el sentimiento que ellos despertaban en mí permaneció oscuro y vago, buscando en vano a separarse, a adherirse a sus flores (Du côté de chez Swann).
No menos sorprendente es la evocación de una «existencia anterior» en el siguiente párrafo del Marqués:
Si a veces la reaparición de estas imágenes nos parece absolutamente nueva, en otras ocasiones una vaga reminiscencia nos dice que ellas no nos son enteramente desconocidas. Se encuentra entre los filósofos y entre los poetas orientales pasajes relativos a la idea de una existencia anterior, que me parecen haberles sido inspirados precisamente por esos sueños en los cuales vemos cosas que nos parece conocer desde hace mucho tiempo y de las cuales, sin embargo, al despertar, no recordamos para nada haber tenido realmente conocimiento. Se trata ya sea de una situación penosa o encantadora, ya sea de una habitación de la que adivinamos el interior antes de haber pasado el umbral, ya sea de rostros amigos o temidos [1; p.168].
Lo que recuerda el relato proustiano de la
[…] creencia [que] sobrevivía durante algunos segundos a mi despertar […]. Después comenzó a volvérseme ininteligible, como, tras la metempsicosis, los pensamientos de una existencia anterior […] (Du côté de chez Swann).
En los ejemplos siguientes, el durmiente incorpora, dentro de la estructura del relato onírico, las percepciones auditivas provenientes del exterior:
En D’Hervey:
También ocurre muy frecuentemente que una frase o incluso una palabra de esas conversaciones nos lanza de golpe hacia un sueño completamente diferente, evocando al instante otro orden de ideas, y esto por una tan brusca transición, que ya no nos damos] cuenta de la cuestión que motivó este cambio de vista[1; p. 174].
Y en Proust:
Pero estas palabras al penetrar en las ondas del sueño en el que Swann estaba sumergido, no habían llegado hasta su conciencia más que sufriendo esta desviación que hace que en el fondo del agua un rayo parezca un sol, de la misma manera que un momento previo el ruido de la campanilla, tomando en el fondo de esos abismos una sonoridad de campana, había dado nacimiento al episodio del incendio (Du côté de chez Swann).
La descripción de la fugacidad del fenómeno hipnopómpico permite al lector captar la fragilidad de los análisis que la conciencia reestructurada de los autores se esfuerza por establecer:
Primero el Marqués:
Durante este corto periodo que separa el perfecto sueño del despertar completo, mientras se está divido entre dos mundos, realicé muy grandes esfuerzos para recordar los principales fragmentos de ese sueño que me había tanto emocionado, y dentro del cual estaba persuadido que estaban en germen grandes revelaciones psicológicas; pero me fue imposible recuperar, fuera de algunos relámpagos fugitivos, algunas ideas generales. En cuanto al hilo que ligaba unas con otras estas ideas, en cuanto a los versos que las expresaban, ya no encontré ningún recuerdo. Lo que me permanece como más preciso, fue una comparación entre los vegetales encerrados por completo en su grano, y las grandes verdades también completas en un principio que era necesario saber desarrollar; y después, profundas reflexiones sobre este otro yo mismo, tan superior a mi yo razonante, que quería dejarme entrever algo, pero que se burlaba de mis estériles esfuerzos para llegar a comprender completamente [1; pp. 188-189].
Después, el fragmento de Proust:
Entonces, de estos sueños profundos uno se despierta dentro de una aurora, no sabiendo quien se es, no siendo nadie, nuevo, dispuesto a todo, encontrándose el cerebro vaciado de ese pasado que era la vida hasta ahí. Y tal vez es todavía más bello, cuando el aterrizaje del despertar se realiza bruscamente y que nuestros pensamientos del sueño, escondidos por una capa de olvido, no tienen el tiempo de regresar progresivamente antes que cese el sueño (Sodome et Gomorhe).
En el libro del Marqués hay referencias a una farmacopea cuya acción sobre el proceso onírico llamó su atención:
Existen en medicina, medicamentos conocidos por ocasionar visiones casi siempre las mismas. La morfina, por ejemplo, hace soñar generalmente aquellos que la han tomado, que están rodeados de todo tipo de animales[1; p. 194]. Frente a los sueños provocados por el haschich, por el opio, la belladona y todos los narcóticos capaces de exaltar superlativamente la sensibilidad moral y física cuya organización humana es susceptible, las mismas consideraciones que me han impedido ya penetrar en el terreno de los hechos relativos al sonambulismo y a la demencia, me impedirán ocuparme de ellos [1; p. 198].
Esta farmacopea y su influencia sobre los sueños tienen un equivalente en la obra del novelista:
No lejos de ahí está el jardín reservado donde crecen como flores desconocidas los sueños tan diferentes unos de los otros, sueño de la datura, del cáñamo indio, de los múltiples extractos del éter, sueños de la belladona, del opio, de la valeriana, flores que permanecen cerradas hasta el día en el que el desconocido predestinado vendrá a tocarlas, a hacerlas florecer, y por largas horas extraer el aroma de sus sueños particulares en un ser maravillado y sorprendido (Le côté de Guermantes, tome I).
El lugar que ocupa la memoria afectiva en la obra de Proust es bien conocido; también resuena en la de D’Hervey de Saint Denys:
Impresionado por una sensación ahora ligada en mi memoria al recuerdo de ciertas otras impresiones percibidas simultáneamente en el origen, mi olfato no había podido reconocer esta sensación sin evocar al mismo tiempo las ideas solidarias. Estas ideas solidarias era el sueño que acababa de hacer, y la misma experiencia renovada varias veces, a varios días y a varios meses de intervalo, condujo constantemente al mismo resultado [1; p. 206],
lo que nos lleva al relato proustiano:
Pero, cuando de un pasado antiguo ya nada subsiste, tras la destrucción de las cosas, solamente, más ligeras, pero más vivaces, más inmateriales, más persistentes, más fieles, el olfato y el gusto permanecen todavía largo tiempo, como las almas, recordando, esperando, sobre la ruina de todo lo que queda, llevando sin desmayar, sobre su gotita casi impalpable, el edificio inmenso del recuerdo (Du côté de chez Swann).
La lectura de la obra Los Sueños y los Mediospara dirigirlos permite descubrir, pues, en el Marqués onirólogo, el esbozo de algunos de los grandes temas desarrollados más tarde en la creación proustiana, en particular el papel central de la memoria, la sobreimpresión de las experiencias y de los recuerdos diferentes unidos por un lazo sensorial, la descripción cuidadosa de la manera en la que las ideas se encadenan dentro de los sueños y cómo en este estado, las imágenes se funden, se transforman o se sustituyen unas a otras.
Los biógrafos y los historiadores de la Literatura, al igual que los especialistas de la neuro-psico-fisiología del dormir y del soñar tienen aquí un continente casi virgen para explorar.
Marie Jean Léon Le Coq, Barón d’Hervey, Marqués de Saint-Denys (1822-1892), puso en su obra, literalmente y a todo lo largo de su vida, la palabra de Proust: «A la vez José y Faraón, me puse a interpretar mis sueños» (À l’ombre des jeunes filles en fleur). Habría sido, muy probablemente según esta hipótesis, una fuente de inspiración para Marcel Proust. Éste gustaba, como se sabe, ocultarlas, y la obra del Marqués onirólogo debería considerarse de aquí en adelante como una lápida (y no de las menores) de ese «gran cementerio en el que, sobre la mayor parte de las tumbas, ya no se pueden leer los nombres borrados», que son los libros.
* Comunicación presentada en el Coloquio: Littérature et médecine. Le cas de Proust. Centre de Recherches Proustiennes (CRP19). Université Sorbonne Nouvelle-Paris 3, París, Francia, 3 de julio de 2015.
REFERENCIAS
Bizub, E. (2006). Proust et le moi divisé. La Recherche: creuset de la psychologie expérimentale, 1874-1914. Genève: Libraire Droz S.A.
Dechanet-Platz, F. (2012). « Le sommeil et les rêves dans A la recherche du temps perdu : Proust lecteur d’Alfred Maury ». Colloques fabula / « L’anatomie du cœur humain n’est pas encore faite »: Littérature, psychologie, psychanalyse. Université Grenoble Ill, E.A. 3748 Traverses 19-21/E.CRI.RE. Disponible en http://www.fabula.org/colloques/document1638.php, Fecha consulta 27 de mayo de 2015.
D’Hervey de Saint-Denys, L. (1995). Les rêves et les moyens de les diriger. Observations pratiques (réédition de la publication anonyme de 1867 chez Amyot). Édition intégrale v. I, et II. Ile Saint-Denis: Éditions Oniros.
Fernandez, R. (1944). Proust, (pp. 54-55). Paris: Éditions de la Nouvelle Revue Critique.
Fraisse, L. (2004). Récits de rêves et rêve du récit idéal chez Proust romancier. Marcel Proust Aujourd’hui (Amsterdam), 2, 215-233.
Hobson, J. A. (1988). The Dreaming Brain. New York: Basic Books.
Naturel, M. (2004). La fonction matricielle du rêve. Marcel Proust Aujourd’hui (Amsterdam), 2, 29-43.
Pérez-Rincón, H. (2006). De la possible influence de l’ouvrage Les rêves et les moyens de les diriger sur la genèse de À la Recherche du Temps Perdu. Psychiatrie-Sciences-Humaines-Neurosciences (PSN), 4(16), 34-40. doi: 10.1007/BF03005168
Pérez-Rincón, H. (2008). Les sources janétiennes de l’œuvre de Proust. Annales Médico-Psychologiques, 166(3), 222-224. doi: 10.1016/j.amp.2008.01.004
Schwartz, B. (1995). Le Marquis D’Hervey de Saint-Denys: Rêves et Réalités. En: Olivier de Luppé, Angel Pino, Roger Rippert, & Betty Schwartz. D’Hervey de Saint-Denys 1822-1892, II. Biographie, Correspondance familiale, L’œuvre de l’onirologue & du sinologue (pp. 3-51). Oniros, Ile Saint-Denis [avec une copie de la dédicace autographiée du Comte de Montesquieu].