Norohella Isabel Huerta Flores
UNAM-UACM
¿Qué es ‘yo’?, ¿cuál es la naturaleza de ese ‘yo’?, ¿cómo se constituye y qué condiciones debe satisfacer la autoconciencia? son preguntas tan fascinantes y básicas que han determinado el devenir de disciplinas como la filosofía, la psicología y otras ciencias de la conducta. Tan angulares resultan estas interrogantes, que han acompañado al hombre desde la antigüedad, quizá desde una antigüedad tan remota como la evolución misma del Homo sapiens.
Y aun cuando añejas son, responderlas es una tarea altamente compleja que requiere de múltiples herramientas disciplinares; y es a la vez una tarea que se complejiza en la medida en la que se incrementan y especializan los saberes.
Precisamente una aproximación trans, multi e interdisciplinaria a su respuesta es el eje central del libro Neurofilosofía del yo. Autoconciencia e identidad personal, escrito por el filósofo de la ciencia José Luis Díaz Gómez.
Afloran, continua y recursivamente, a lo largo de la obra la relación y articulación de diferentes teorías que exploran las bases cerebrales y cognitivas, así como de aquellas tocantes a la construcción de los componentes sociales, cuanto de las que explican los fundamentos de la conducta; ligado todo ello a un amplio abanico de enfoques metodológicos y un espectro vasto de evidencias empíricas aportadas por diferentes disciplinas, con el objetivo de clarificar el yo, la autoconciencia y la identidad personal, abstracciones que, como podrá evidenciar el lector, a ratos parecen inaccesibles, pese a que nos resultan tan reales y palpables como nuestra existencia misma.
Neurofilosofía del yo. Autoconciencia e identidad personal es un libro estructurado en 10 capítulos, además de la introducción. Este número de apartados se corresponde con el andamiaje multifocal que propone Díaz Gómez, médico de formación dedicado a las ciencias cognitivas.
El punto de partida de su propuesta es la identificación entre el yo y la autoconciencia (entendido como sistema cognitivo). La autoconciencia, como lo postula Díaz Gómez, es una función sistémica emanada del espectro de diez funciones interrelacionadas –i) sensibilidad, ii) corporalidad, iii) situación, iv) agencia, v) introspección, vi) autorreferencia, vii) evocación, viii) otredad, ix) identidad y x) moralidad– cuya operatividad puede ser independiente o coordinada, y las cuales son nutridas y derivadas de una raíz de tres brazos: el brazo filogenético y evolutivo (la encefalización), el brazo de una ontogenia individual (entorno particular de cada ser humano) y el brazo cultural (entramado sociocultural). Estas diez funciones, como se explica en la obra, pueden operar como una unidad o en niveles independientes.
Tal y como lo anticipa su título “El yo como autoconciencia” (p. 19-37), la introducción ofrece un sucinto recorrido por algunas de las teorías y planteamientos más importantes que se han propuesto en torno a los conceptos del yo y la autoconciencia, desde la filosofía clásica (Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Hume) hasta la filosofía contemporánea, en especial la fenomenología; así como desde la filosofía de la ciencia hasta los principios sentados en la psicología por Sigmund Freud y Carl G. Jung. Es un recorrido con múltiples estaciones en las ciencias cognitivas, la psicobiología, la biomedicina, la neuropsicología, la psicología social, la filosofía de la cognición; se entrelazan también las disciplinas neurofisiológicas y psicofisiológicas, de tal suerte que es muy amplio el espectro de lectores que podrán encontrar enriquecedora esta obra.
Una constante que acompañará al lector a lo largo de las más de cuatrocientas páginas del manuscrito, es la certeza de que el progreso de las ciencias y otras diferentes disciplinas son las que han posibilitado a Díaz Gómez estudiar y explorar a profundidad los tres conceptos eje de la obra: el yo, la autoconciencia y la identidad personal.
El capítulo I “Sensibilidad” versa sobre la primera condición necesaria de la autoconciencia: sentir. En opinión de Gómez Díaz, existe una autoconciencia mínima claramente anclada en la corporalidad funcional. La corporalidad es entonces el vehículo de la conciencia y nos permite acceder al mundo, por lo que la conciencia se encuentra indisolublemente ligada a las bases orgánicas y funcionales de nuestro cuerpo: “yo soy mi cuerpo” (p. 51), afirma el autor.
De entre varios pensadores cuyo pensamiento sintetiza Díaz Gómez, destacan los postulados de algunos filósofos como el alemán Fichte –quien en el siglo XVIII parte de la premisa: ‘la conciencia no necesita otro fundamento que ella misma’; los franceses Maine de Biran –cuyo planteamiento básico es un yo actuante como campo de la experiencia humana– y Michel Henry –de quien retoma el principio de la intencionalidad de la conciencia enraizada en la afectividad–.
Sobre esta base, en el capítulo II, aborda el segundo componente de su modelo multidimensional, la “Corporalidad”. Díaz Gómez se propone mostrar que la información propioceptiva constituye un anclaje fisiológico básico de la corporalidad y la identidad corporal (Shusterman, 2008), para ello aborda las funciones cognitivas, afectivas y fisiológicas de la corporalidad, pues la identificación de los rasgos del propio cuerpo forma parte de los fundamentos neuronales de la autoconciencia somática y de la imagen corporal (Naito, Morita y Ammemiya 2016).
El autor muestra como las sensaciones, el dolor y el tacto constituyen formas de conocer y reconocer el propio cuerpo, por lo que, en opinión del autor, son elementos básicos de la corporalidad, y a la vez de la autoconciencia. “Tener un cuerpo –explica Díaz– implica una conjunción de mecanismos fisiológicos por medio de la cual la persona siente y se percata de la postura, el movimiento, el estado de bienestar o malestar de su propio cuerpo y también que esta corporalidad es una base funcional indispensable en la conformación del yo” (p. 173).
El capítulo III “Situación” podría bien sintetizarse en la sentencia de Ortega y Gasset “yo soy yo y mi circunstancia” –que el propio Díaz cita– la cual entraña tanto el ser en el mundo como el estar en el mundo. Este apartado se ocupa de los fundamentos biológicos, psicológicos, cerebrales y ambientales de lo que llama ‘el cuerpo situado’, en el que mente-cuerpo-entorno son una triada sobre la que se construye la conciencia.
Análogas a las preguntas básicas de la ontología con respecto al ser, Díaz Gómez demuestra la importancia que estas interrogantes constituyen con respecto al estar, para entender la autoconciencia, pues el estar no es únicamente una presencia, un estar en el mundo-aquí-presente es también un estar actuante, dinámico y transitorio desplegado en el espacio-tiempo.
Ligado con este papel activo, el capítulo IV “Agencia” discurre sobre la voluntad, la decisión y la acción como elementos puntuales del yo y la autoconciencia, toda vez que el control de acciones, que constituye el sentido de agencia, implica que un individuo use sus funciones mentales (específicamente del lóbulo frontal) para decidir, actuar, y por lo tanto moverse, intencional y voluntariamente con dirección y sentido. Así, el sentido de propiedad del cuerpo sumado al sentido de agencia son elementos centrales de la autoconciencia.
En opinión de Díaz, el sentido de agencia involucra no únicamente procesos de los sistemas cerebrales, sino también de la autoconciencia como condición necesaria pues está mediada por la voluntad (p. 166). En este apartado, el autor hace una revisión de los componentes biológicos, psicológicos y sociales de la agencia, para finalmente abordar el libre albedrío, en torno al cual elabora una propuesta conciliadora entre la discusión determinista y de libertad de elección.
El capítulo V “Introspección” plantea una serie de reflexiones sobre la capacidad de automonitorearse mediante la autoobservación, la autoinspección, la autocorrección y la emisión de juicios sobre los propios procesos mentales y las propias actividades (juzgar), las cuales son estudiadas y analizadas como procesos mismos de la conciencia.
Díaz Gómez entiende la introspección como parte de la identidad, en la medida en la que esos juicios sobre los propios procesos mentales se establecen como logros o características propias (p. 205), por lo que este autorreconocimiento y automonitoreo se erigen como un rasgo de individualidad. Por lo que la autoconciencia es “un proceso multifacético y dinámico que transcurre en el tiempo y las circunstancias en diferentes niveles de precisión, claridad y acceso” (p. 208).
El capítulo VI “Autorreferencia”, el cual se enmarca y se deriva del anterior, inicia con la revisión del pronombre yo, como consecuencia y evidencia de la facultad de autorreferencia que posibilita el lenguaje para aludir a la existencia, la identidad, la mente, el cuerpo y la historia propias de la persona consciente de sí y, además, interactiva con el mundo, en un espacio y un tiempo.
La autorreferencia, la autorreflexión y la autoinspección participan de “el proceso vital de cada ser humano [que] le permite articular una identidad personal coherente a lo largo del tiempo y que deriva de la continuidad de su cuerpo y su conciencia, la disponibilidad de sus recuerdos y la narración que realiza de su propia historia” (p. 246), y permite la conformación del yo como experiencia mental y como identidad narrativa cambiante.
El capítulo VII “Evocación” examina la memoria y cómo participa la capacidad de almacenamiento y recuperación de información para la construcción de la identidad personal. La suma de nuestros recuerdos organizados conforma la individualidad y delimita la definición de la persona a partir de la propia vida y la red de relaciones. “Somos nuestras palabras” sintetiza Díaz conjurando a Borges.
Propone Díaz Gómez cinco procesos a partir de los cuales puede ser estudiada la memoria: 1) origen: fuente la información memorable; 2) adquisición: consolidación y aprendizaje; 3) depósito: almacenamiento de información; 4) recuperación: reconocimiento y recuerdo, y 5) extinción: el olvido de información. Así, ofrece una sucinta revisión de la base neuronal y cerebral de la memoria, así como del embudo cognitivo por el que pasa aquello que se almacena, para acercarnos a su relación y su imprescindibilidad para definir el yo y la autoconciencia. Por supuesto, el autor no olvida lo relativo a la memoria histórica (reconstrucción del pasado de una sociedad) y la memoria colectiva (recuerdos de un grupo social), como ingredientes participan en la memoria personal.
El capítulo VIII “Otredad” a partir de la revisión de las funciones referenciales del pronombre impersonal singular uno, se aborda en la obra la noción que los individuos tienen de sí mismos, la cual tiene como base el reconocimiento del yo a partir de la semejanza, el contraste y diferenciación con los demás, es decir, la mutualidad y la alteridad. En este apartado Díaz Gómez muestra que el yo, la conciencia de sí mismo, requiere de la identificación y el contraste con otros miembros.
Además de revisar los postulados filosóficos y fenomenológicos, hace una revisión de las bases cerebrales (‘el cerebro social’) sobre las que se sostienen la relación yo-tú, es decir, la intersubjetividad, así como los fundamentos cerebrales de la autorreflexión. Retoma los postulados de Martín Buber (1923), Emmanuel Lévinas (1993) y Paul Ricœur (1996).
El capítulo IX “Identidad” aborda la función de los sistemas cognitivos y afectivos de auto-reconocimiento personal y el papel que juegan en la integración del yo en la vida social, esto es, el rol que los individuos desempeñan en su entorno o nicho biológico. La identidad es, entonces, un compuesto individual y social.
El autor demuestra que la identidad se verifica y se construye a través del nombre propio, la clase social, la identidad sexual, racial, política, laboral, entre diversos elementos sociales que el sujeto adopta y que conllevan el rechazo de otros. Planteamiento que puede resumirse en una cita de Pico de la Mirandola que él mismo recupera “soy artífice de mí mismo” (p. 336).
Finalmente, en el capítulo X “Moralidad”, el autor expone el último elemento del modelo multidimensional y multifuncional de la autoconciencia a partir de cinco esferas morales: a) el sistema de valores; b) la incorporación y jerarquización de estos valores por cada individuo; c) las virtudes; d) las emociones morales y e) el autoconcepto en el marco de la moralidad.
Para ello, revisa el autor los elementos concernientes al conocimiento social y práctico de la justicia, la honestidad, la virtud y corrección de las acciones propias y ajenas, así como sus causas y sus consecuencias, es decir, la agencia moral.
Finalmente, en el “Epílogo”, Díaz Gómez recapitula lo visto en los 10 apartados, cuya revisión son el fundamento de la propuesta del modelo integral y multifuncional explicativo de la autoconciencia.
Neurofilosofía del yo. Autoconciencia e identidad personal es un libro que, como los buenos libros, invita a descubrir nuevos horizontes y acrecentar el conocimiento sobre la naturaleza humana.
Es una obra en la que lectores de diferentes disciplinas encontrarán un nicho no solo para la reflexión y conocimiento en diferentes niveles, sino para participar de la construcción de lo que es el yo, la autoconciencia y la identidad personal.
Convergen en este libro, además de la erudición científica, las referencias literarias y un toque de humor que se deja entrever en pequeñas anotaciones. Y, además, incluye algunos ejercicios de percepción y atención que resultan divertidos.
Para cerrar, le tomo prestado a Salvador Elizondo un fragmento de las palabras que dedicara al célebre Octavio Paz en su magnífico texto “El grafógrafo”, que dibuja magistralmente, a través de la estrategia escritural, la autoconciencia y que, en mi opinión, ilustra el contenido del libro: Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía...
* Libro de José Luis Díaz Gómez, publicado en marzo de 2022, en coedición, por Bonilla Artigas Editores y el Programa Universitario de Bioética-Universidad Nacional Autónoma de México, 415 págs.