Los Teonanácatl en la Obra de Fray Bernardino de Sahagún

Los Teonanácatl en la Obra de Fray Bernardino de Sahagún

 

Carlos A. Viesca y T. 1, Maríablanca Ramos R. de Viesca 1, Luz Beatriz Padilla de la Torre 2, Mariela Rivera 2

1 Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina, Facultad de Medicina, UNAM.

2 Maestría y Doctorado en Ciencias Médicas, Odontológicas y de la Salud, UNAM.

Correo electrónico: cviesca@frontstage.org


Fray Bernardino de Sahagún.

Figura 1. Fray Bernardino de Sahagún.
Fuente: óleo actualmente en lo que fuera el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco.

El estudio de los teonanácatl, hongos sagrados, hongos de los dioses, ha sido objeto de interés en las diversas épocas que han transcurrido de tiempos prehispánicos a la actualidad. El hallazgo de rituales con hongos de propiedades psicotrópicas, calificadas como alucinógenas por algunos, o enteógenas por otros, en varias comunidades indígenas actuales, y de representaciones y figurillas de dichos hongos en materiales prehispánicos, trajo a la luz la pervivencia de lo que fuera en las culturas mesoamericanas una forma especial de comunicación y adquisición de conocimiento acerca de los múltiples entornos del universo, de la reificación de su cosmovisión.

Entre las fuentes primarias redactadas en el siglo XVI, un grupo de las más completas y significativas son las recopiladas y escritas por fray Bernardino de Sahagún, las cuales son tema de este trabajo.

Bernardino de Sahagún y su obra

Fray Bernardino de Sahagún (1499 -1590) fraile franciscano que llegó a la Nueva España en 1529, incorporándose a la misión evangelizadora emprendida poco antes por el grupo de los primeros doce misioneros de esa misma corporación. Para ello se empeñó en el estudio de la lengua náhuatl y se confrontó con una forma de pensar que le era ajena, que en principio repudiaba por considerarla idolátrica, pero que poco a poco fue ganando su respeto y en algunos terrenos su admiración, ejemplo señero de lo cual es el título que puso a uno de los libros que integran el Códice Florentino: “Libro Undécimo que es Bosque, jardín, vergel de lengua Mexicana”, mismo que trata de la naturaleza, incluidas en ella las sustancias medicinales. (de Sahagún, 1979, fo.151). Tras un tiempo en el convento de San Francisco de la Ciudad de México, y de actuar como secretario del Arzobispo fray Juan de Zumárraga en asuntos relacionados con los naturales, incluido el juicio y condena de don Carlos Ometochtzin, cacique de Texcoco, por realizar sacrificio humanos; posteriormente trabajó en Xochimilco y Huejotzingo en el intento de convertir en realidad la Utopía erasmiana y, tras mudarse sucesivamente a Tepeapulco, al Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco y finalmente a San Francisco, donde había iniciado su estancia novohispana, recopiló de diversos y selectos informantes todo tipo de noticias acerca de los saberes y la visión del mundo prehispánico. Fruto de esto fueron una serie de documentos que integran la gran obra que sería una historia universal de dichas culturas. Esos documentos que han llegado a nosotros son los Códices Matritenses del Real Palacio (de Sahagún, 1993b) y la Real Academia de la Historia (de Sahagún, 1993a), el Breve Compendio de los ritos idolátricos que los indios de esta Nueva España usaban en tiempos de su infidelidad (de Sahagún et al., 1990), la gran colección conocida como Códice Florentino, debido a que finalmente quedó resguardada en la Biblioteca Laurenciana de Florencia (de Sahagún, 1979), y el Códice Tolosano que ha sido la base para las modernas ediciones de la Historia General de las cosas de la Nueva España (de Sahagún, 1969).

Las plantas de los dioses

En las culturas nahuas prehispánicas fue conocida una considerable variedad de plantas de uso cotidiano, principalmente en rituales individuales y familiares, así como en ceremonias religiosas y civiles y fiestas públicas. En este grupo han sido identificadas botánicamente la gran mayoría y constatados sus efectos sobre la mente de buena parte de ellas (Schultes y Hofmann, 1982). Es ya clásica la representación de estas plantas en la escultura mexica de Xochipilli que se encuentra en el Museo Nacional de Antropología. En el cuerpo de esta deidad, que además se le representa cubierta con la piel de un individuo desollado, que significa la nueva piel de la naturaleza adquirida con el advenimiento de la primavera, se identifican el picietl (Nicotiana sp.), el ololiuhqui (Turbina corymbosa), el Sinicuiche (Heimia salicifolia) y un pequeño hongo representado en la base e identificado como un teonanácatl (Psylocibe aztecorum) (Wasson,1980, pp. 57-78).Llama la atención que no están representados sobre la estatua de Xochipilli el peyotl (Lophophora Wiliamsii), planta sagrada de huicholes y tarahumaras que era bien conocida y utilizada por los mexicas y otros grupos del México Central, ni otras más relacionadas con magia y hechicería como son el tlápatl (Datura stramonium), el toloatzin (Datura meteloides) y el astlaxóchitl (Brugmansia arbórea, antes Datura arbórea). Todas ellas con propiedades psicotrópicas de diversa índole, desde las francamente alucinogénicas a las que inducen sueños con contenidos culturalmente prefigurados, esto último particularmente válido para el ololiuhqui, empleado en procedimientos terapéuticos que involucran la necesidad de viajar a otros estratos de la realidad.

Sahagún incluye en varios de sus textos información muy valiosa acerca de todas estas plantas, algunas de ellas con usos medicinales, pero especialmente catalogadas como “ciertas hierbas que emborrachan”, refiriéndose específicamente al cóatl xoxouhqui, cuyas semillas son el ololiuhqui (Rivea corymbosa), el péyotl (Lophophora williamsii), el tlápatl (Datura stramonium) y el tzintzintlápatl (Datura inoxia). (de Sahagún, 1969, Libro XI, cap. VII, 1, Tomo III, p. 292; Sahagún, de Sahagún, 1979, III, fo,130v). En el mismo párrafo el franciscano añade otra planta, el míxitl, identificada anteriormente como Datura Stramonium (Díaz 1976, p.165) y otras veces como Brugmansia, aunque la somera descripción que hace Sahagún no corresponde con ninguna de esas dos especies. Mercedes de la Garza, tras señalar que la identificación en boga no es correcta, con lo cual nosotros estamos de acuerdo, recurre a otras fuentes como son Muñoz Camargo y la Relación de Cuzcatlán, que toma como identificación la de Datura discoflor, (discolor Bernh,  según el Herbario Nacional de México, del Instituto de Biología de la UNAM), cuya imagen corresponde con lo que dice Sahagún. (Garza, 1990, p. 79, y apéndice s/p).

Todos estos elementos refieren a una cosmovisión en la que humanos y seres espirituales no solo conviven, sino que pueden comunicarse cuando se dan las condiciones adecuadas. En este sentido, son la puerta a otras dimensiones del universo y a la adquisición de experiencias válidas para afrontar y resolver problemas de la realidad inmediata.

Hongos y teonanácatl

A raíz del redescubrimiento del uso de ciertos hongos en ceremonias adivinatorias y de curación llevadas a cabo en diferentes comunidades indígenas, principalmente mazatecas y mayas, en la década de los años treinta del siglo pasado, se produjo, con lapsos intermedios, un renovado interés en esta tradición y en el estudio de sus antecedentes prehispánicos. Una primer fase se llevó a cabo a través de las exploraciones de Robert Weitlaner y su hija Irmgard y Jean Bassett Johnson, en 1936 y 1938, y de Richard Evans Schultes y Blas Pablo Reko un mes después de la segunda visita de los primeros, quienes estuvieron presentes en una velada en Huautla y obtuvieron de mano de informantes locales especímenes de tres variedades de hongos. (Furst, 1976, pp. 83-84). Veinticinco años después, R. Gordon Wasson logra ser partícipe de una velada con María Sabina y, obteniendo permiso de ella, hizo la célebre publicación de su experiencia en la revista Life que desencadenó la avalancha antropológica, histórica y turística en busca de los hongos y sus efectos. (Wasson, 1980).    

Representación de un teonanácatl con un demonio de pie sobre de él.

Figura 2. Representación de un teonanácatl con un demonio de pie sobre de él.
Fuente: códice Florentino, III, fo. 142v.

Wasson, maravillado con ese mundo desconocido, no se conformó con la experiencia directa, la indagación etnográfica en Huautla, ni la recolección de varias especies de hongos en la zona y su posterior identificación botánica por Roger Heim, sino que indagó en textos antiguos lo que corroboró ser una tradición ampliamente extendida en la Mesoamérica prehispánica. De esta manera llegó a la obra de Sahagún y no dejó de darle el crédito que bien merecía (Wasson, 1980, pp. 205-209).

Como hemos señalado, Sahagún llegó al conocimiento de los hongos, nanácatl, por dos vías: en su observación y descripción de la naturaleza y a través de su búsqueda de la persistencia de prácticas idolátricas. Así, surgen ante él los nanácatl, que son la materia de un párrafo dentro del capítulo “en que se trata de todas las yerbas (sic)”. De estas setas dice ser genus campestre, pues se dan en los montes, y ensalza su calidad de comestibles, aunque advierte que “comerlas crudas o mal cocidas provocan a vómito, a cámaras y matan...”; habla del remedio para esta intoxicación y describe diferentes tipos y tamaños de setas comestibles, unas “recias de cocer” y otras menos, insistiendo siempre en que son muy sabrosas. (de Sahagún, 1969, III, pp. 293-294; de Sahagún, 1979, III, fo. 132v).

Pero va más allá. Habla de otros hongos a los que denomina en su Vocabulario trilingüe, teo nananácatl, lo cual traduce como hongo sospechoso y lo identifica como fungus fusillys, tomando como referencia las clasificaciones botánicas de su tiempo, tal vez derivadas de las ediciones de Dioscórides. (Calepino 1911, fo. 97r). Por lo general se nombra a estos hongos teonanácatl, palabra que significa “carne de los dioses” y es así como aparecen en todos los demás pasajes de las obras de Sahagún donde se les menciona; es probable que la duplicación de la sílaba na al inicio del término esté significando un plural, lo cual parece corroborarse por el término “honguillos” en su traducción al castellano en el mismo Vocabulario.

De ellos ofrece una buena descripción al decir que “se crían debajo del heno en los campos o páramos; son redondos, y tienen el pie altillo y delgado y redondo”. En seguida refiere sus características generales: “comidos son de mal sabor, dañan la garganta y enborrachan (sic)”, añadiendo sus propiedades curativas de que “Son medicinales contra las calenturas y la gota…”. Y solo entonces es cuando pasa a señalar sus efectos psicotrópicos, alertando de que se deben “comer dos o tres, no más”, advirtiendo que “los que los comen ven visiones y sienten bascas en el corazón y veen (sic) visiones a las veces espantables y a las veces de risa; a los que comen muchos de ellos provocan a luxuria (sic) y aunque sean pocos, y a los mozos locos y traviesos dícenles que an (sic) comido nanácatl” (de Sahagún, 1979, III, fo. 130v y 131r). En la columna en náhuatl del Códice Florentino está un párrafo pequeño que falta en el texto en castellano, agregando en ella que quienes comen estos hongos huyen, pueden llegar a ahorcarse, a arrojarse a un barranco, gritar desaforadamente y tener terror, presentando al lector, en este caso concreto al que recaba la información, que no era otro que el propio Sahagún, una imagen terrible y desoladora que esperaba a todo aquel que consumiera los honguillos, lo cual le permitía inferir y afirmar que lo que provocaban eran visiones provocadas por los dioses antiguos, demoníacas para la interpretación del evangelizador (de Sahagún, 1979, III, fo. 131r; de Sahagún, 1963, Tomo 12, p. 130), que rescató Sahagún para su Historia General, redactada después de que le fueran confiscados los manuscritos que hoy conocemos como Códice Florentino, es prácticamente igual al de este, eliminando solo la variedad de visiones y la referencia a los jóvenes con conductas socialmente mal vistas. (de Sahagún, 1969, III, p. 293). Recordemos que al loco se le concebía como alguien que se había vuelto malvado tras habérsele girado el corazón.

La antigüedad del consumo de estos hongos puede constatarse con la referencia que hace Sahagún al hablar de los diferentes grupos étnicos que poblaron el territorio del México Central y afirmar que los teochichimecas consumían los “hongos malos”, que en este texto llama solo nanácatl y no teonanácatl, pero dice claramente que “emborrachan también como el vino” y que tras consumirlos se juntaban en una planicie en donde bailaban y cantaban durante muchas horas “de noche y de día”; el primer día con gran placer y al día siguiente llorando intensamente, con lo cual decían limpiarse de toda impureza. Esto es evidencia clara de un uso ritual. (de Sahagún, 1979, III, fo. 122r).

En otros pasajes de ambos textos, el Códice Florentino y la Historia General, son traídos a colación los teonanácatl, sin hacer alusión alguna a sus virtudes de comunicación con los espíritus y dioses, sino a su utilización por parte de diferentes tipos de personas y en circunstancias festivas específicas.

En el libro X, tanto de la Historia General como del Códice Florentino, Sahagún habla de diferentes tipos de personas dentro de la sociedad mexica, contrastando a quienes actuaban correctamente y quienes eran malos. Al hablar de los rufianes apunta que “son amigos del vino y de las cosas que emborrachan al hombre y anda como endemoniado…”, lo que se podría interpretar como efecto de plantas psicotrópicas o de teonanácatl. (de Sahagún, 1969, III, p. 119).En el texto en náhuatl del Códice Florentino –y no en la columna en castellano– indica que el mal comportamiento de las mujeres nobles incluye el comer hongos (de Sahagún, 1979, III, fo. 34v); entre la desvergüenza de la mujer carnal se incluye el comer hongos al tiempo de ser borracha y carente de vergüenza (de Sahagún, 1963, XII, p. 55); al joven lascivo se le caracteriza como borracho y tonto, pero se agrega que se acostumbra a ingerir hongos (de Sahagún, 1963, XII, p. 55); de entre los nobles, el malo se pinta como borracho, bebedor, embotado y enloquecido por comer daturas y hongos, diciéndonos lo mismo de los malos jóvenes en general (de Sahagún, 1963, XII, pp. 20 y 12 respectivamente). Estas referencias llevan a marcar claramente el efecto no solo psicotrópico del consumo de teonanácatl, sino de su influencia maligna.

En las fiestas de los mercaderes, al considerar alguno de ellos que tenía suficiente riqueza y que cumplía con el deber de agasajar a sus pares con un gran banquete, comenzaba por comer “honguillos negros que ellos llaman nanácatl, que emborrachan y hacen ver visiones y aun provocan a lujuria; esto comían antes de amanecer…. aquellos honguillos comían con miel, y cuando ya comenzaban a calentar con ellos, comenzaban a bailar, y algunos cantaban y algunos lloraban, porque ya estaban borrachos con los honguillos”, y continuaba la descripción señalando una gran diversidad de reacciones ante la intoxicación: había quienes cantaban y otros que se sentaban pensativos, habiendo algunos que se veían morir y otros que eran devorados por una fiera; habían quienes se veían ricos, con muchos esclavos, no faltaban los que se veían adúlteros y les aplastarían la cabeza, y quienes tras hurtar debían ser muertos; otros más que habían de matar a alguien y ser ejecutados por ello; otros que al caer en el agua se ahogaban o los sumergía un remolino; otros que vivirían y morirían en paz, otros más que caían desde lo alto y fallecían por ello, todo lo terrible que pudiera haber lo veían en sus alucinaciones. Y no faltaba el anotar que, una vez pasada la embriaguez provocada por los hongos, se reunían a platicar acerca de lo que habían visto y experimentado. (de Sahagún, 1969, III, p. 40; de Sahagún, 1979, II, fo. 31r y v).

CONCLUSIONES

Como se puede apreciar, Sahagún, a través de sus informantes y muy posiblemente de sus experiencias como secretario de la inquisición arzobispal y como confesor, tuvo un considerable conocimiento no solo de la existencia de honguillos que hacían ver visiones, entrar en estados alucinatorios, sino del papel que su ingesta jugaba en la sociedad indígena. El solo nombre de teonanácatl, diferenciado del simple nanácatl, los hacía sospechosos a sus ojos, como lo dice directamente en su Vocabulario. Carne de los dioses que indicaba usos rituales; carne de los dioses, de los falsos ídolos, que provocaba conductas disruptivas, propias de gente malvada, pecaminosa a su entender. Carne de los dioses que, sin embargo, a cincuenta años de la conquista, seguía presente en las mentes de los naturales y, seguramente, en los rituales ocultos que seguían siendo practicados.

REFERENCIAS

De Sahagún, fray B. [Calepino] (1911). Vocabulario trilingüe castellano, latín, mexicano (microfilm). Newberry Library.

De Sahagún, fray B. (1963). Florentine Codex (English translation of Nahuatl text by J.O. Anderson and Ch. Dibble Vol. 14). University of New Mexico and University of Utah.

De Sahagún, fray B. (1969). Historia General de las cosas de la Nueva España. Editorial Porrúa.

De Sahagún, fray B. (1979). Códice Florentino ( facsímil, Vol. 3). Biblioteca Medicea Laurentiana.

De Sahagún, fray B. (1993a). Códice Matritense de la Real Academia de la Historia en Primeros Memoriales (facsímil). University of Oklahoma Press.

De Sahagún, fray B. (1993b). Códice Matritense del Real Palacio en Primeros Memoriales (facsímil). University of Oklahoma Press.

De Sahagún, fray B., de Souza, M. G. B., & Banda, G. R. (1990). Breve compendio de los ritos idolátricos que los indios de esta Nueva España usaban en tiempo de su infidelidad. Lince Edits.

Díaz, J. L. (1976). Índice y sinonimia de las plantas medicinales de México. Instituto Mexicano para el Estudio de las Plantas Medicinales.

Furst, P. T. (1976). Hallucogens And Culture. Chandler & Sharp Publishers.

Garza, M. de la (1990). Sueño y alucinación en el mundo náhuatl y maya. UNAM.

León Portilla, M. (1987). Bernardino de Sahagún. Historia 16.

León Portilla, M. (1999). Fray Bernardino de Sahagún en Tlatelolco. Secretaría de Relaciones Exteriores.

Schultes, R. E., & Hofmann, A. (1982). Plantas de los dioses. Orígenes del uso de los alucinógenos. Fondo de Cultura Económica.

Viesca, C. (1994). El evangelizador empecinado: Bernardino de Sahagún. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Pangea.

Wasson, R. G. (1980). The Wondrous Mushroom. Mycolatry in Mesoamerica. Mc Grow Hill Book Co.