La mañana del martes 16 de agosto de 2022 recibimos la dolorosa noticia de la partida de nuestro querido amigo Néstor de la Portilla Geada. Por fortuna no fue una larga ni dolorosa enfermedad.

Trabajamos juntos en la Universidad de Carabobo, en Valencia, Venezuela en el Departamento de Salud Mental de la Facultad de Ciencias de la Salud. Allí fuimos discípulos del maestro José Solanes, distinguido psiquiatra catalán emigrado a Venezuela después de la Guerra Civil Española. Hubo tiempos, seres, lugares, tempestades y experiencias que fueron irrevocablemente compartidos con Néstor. Hizo de Venezuela, Maracaibo y Valencia nuevas patrias, nos representó con orgullo muchas veces, con un compromiso irreversible, más allá de la brevedad de la vida.

Fue largo su peregrinar después de su definitivo exilio de Cuba, donde nació en Matanzas, hijo de Néstor (Ingeniero y digno Oficial de la Marina de Guerra, que tomó un barco alemán en la Segunda Guerra Mundial) y de Dulce, una encantadora maestra cubana. Terminó la carrera de Medicina en la Universidad del Zulia (LUZ), pues una primera parte la cursó en España. En su exilio norteamericano, Néstor fue heroico soldado en Vietnam, dos veces condecorado por sufrir heridas en combate. Al terminar su servicio militar le ofrecieron la nacionalidad norteamericana, pero prefirió quedarse cubano. Una vez graduado en LUZ contrajo matrimonio con su compañera de estudios, Marisela Medina, y se vino a Valencia. Pronto comenzó a trabajar como médico residente en el Hospital Psiquiátrico de Bárbula. En ese entonces, la Universidad de Carabobo (UC) admitía contratar instructores que aún no fueran especialistas para formarlos posteriormente en Venezuela o el exterior. Pero allí comenzó un proceso de estudios muy serio y riguroso con Solanes. Cuando se fue a Londres a estudiar en la Cátedra de Neurología de la Conducta con Michael Trimble, llegó allí con una formación bastante sólida. Hablaba perfecto inglés y era muy estudioso. Regresó de allí con un Corpus Teórico consolidado que no tardó en verter en la docencia universitaria y en las múltiples conferencias personales y simposios realizados en eventos nacionales e internacionales.

Admirador de la psiquiatría europea, jamás fue eco de otros pensamientos psiquiátricos, porque tuvo voz y temas propios que supo exponer con rigor y pasión en trabajos publicados y debatidos en Europa y América Latina, donde se le escuchó siempre con atenta admiración. En razón de su inteligencia, originalidad e interesante personalidad, trabó amistad y relaciones de cooperación científica con importantes líderes de la psiquiatría del mundo, como Michael Trimble, su maestro británico, Francisco Alonso Fernández, Valentín Corcés Pando y Gregorio Gómez Jarabo (España), Antonio Fernandes da Fonseca (Portugal), Jean Garrabé de Lara (Francia), Sergio Villaseñor Bayardo y Héctor Pérez-Rincón (México), Fior Solís (República Dominicana), Ángel Otero Ojeda (Cuba), Roger Montenegro (Argentina), Renato Alarcón (Perú/Estados Unidos), Pedro Ruiz (Presidente de APA), Juan Carlos Stagnaro (Argentina) y Julio Acha (Perú), entre muchos otros. Fue Profesor Honorífico del Instituto de Psiquiatras de Lengua Española, Miembro Correspondiente Extranjero de la de la Société Médico-Psychologique de Francia (la organización psiquiátrica más antigua del mundo occidental y de alto reconocimiento y prestigio en Europa y América Latina), Miembro del Comité Editorial Internacional de la Revista Salud Mental del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón De la Fuente Muñiz (México) y recibió la Condecoración Profesor Honorio Delegado del Grupo Latinoamericano de Estudios Transculturales (GLADET), del que fue Miembro Fundador. En Venezuela fue Presidente del Capítulo Carabobeño de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría y siempre fue muy apreciado tanto por sus condiciones personales como por su sabiduría científica por todo el gremio psiquiátrico venezolano.

Sus temas de trabajo científico fueron variados y profundos. Se interesó por los aspectos neuropsiquiátricos de la epilepsia y otros trastornos mentales, investigó sobre psicopatología en la literatura latinoamericana y disertó varias veces, despertando mucho interés en APAL, sobre psiquiatría militar y de desastres. Publicó en las redes sociales más de cien microbiografías de psiquiatras del mundo entero que despertaron gran curiosidad y admiración entre los colegas venezolanos, pues fue un gran estudioso de la Historia de la Psiquiatría. Nunca lo dijo de sí mismo, pero tenía la estructura intelectual de un erudito. Era un profundo conocedor de la Historia Universal, especialmente de España y su Guerra Civil, así como de las guerras y procesos de independencia americana, sobre todo de Cuba y Venezuela. Además de hablar perfecto inglés, podía leer en alemán, italiano y portugués. Su gran tema fue el de las Traducciones en Psiquiatría y el de las lenguas hegemónicas de las ciencias. Sus observaciones no pasaron inadvertidas en ninguna parte de Hispanoamérica y despertaron una profunda consciencia de la necesidad de hacer una psiquiatría pensada y escrita en lengua española.

Este comentario queda inevitablemente inconcluso. Su legado es muy denso y profundo para resumirlo en pocas páginas. Tampoco es posible cerrarlo con una despedida. No se despide uno de sus amigos. Queda pendiente una exhaustiva revisión de su obra, muy importante para la psiquiatría hispanoamericana.

Carlos Rojas Malpica